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Relax en Sidewalk Café || Privado ||
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Relax en Sidewalk Café || Privado ||
Las jornadas eternas convertían a Archer en polvo andante con dos patas y un par de ojos. Apenas podía moverse, en un sentido bastante figurativo, claro. Ese día, en preciso ese día, no sólo había sido un feo día de estudio, sino que había tenido que acarrear esos estúpidos sacos de café desde la furgoneta de las entregas hasta el almacén de la cafetería. ¿Para qué necesitaban tanto café? Si en estos días, con esta nueva fiebre de los modernos, todos quieren beber té. OK, es una excusa estúpida, pero, ¿qué se le podía pedir? Sentía el latido del corazón en los hombros y los antebrazos.
Entró al Sidewalk de East Village, sólo para relajarse. Era viernes noche y su habitación en el motel no sería la más adecuada para descansar. Parejitas de jovencitos con las hormonas revoloteando cual colibri electrocutado frecuentaban el motel y, sinceramente, Archer prefería mil veces una nana de sonido de fondo, el choque de las olas contra las rocas o incluso el sonido de la televisión, ante que esos constantes jadeos desesperados y exagerados.
Se sentó en una mesa, al lado de la ventana. Le gustaba ver a los transeúntes, algunos tan cansados como o él, o que al menos aparentaban estar tan cansados como él, ir y venir, relajados a causa de la hora y el deseo de volver a sus casas. Levantó la mano, llamando a la camarera, la cual se acercó y le pidió la orden.
- ¿Tienes leche? Un vaso de leche tibia ahora mismo me vendría genial... - sonrió y soltó un suspiro que en un principio quiso ser una risa. La chica tomó la orden. - Y quiero tarta. ¿De cuáles tienes? - la camarera, en ese momento, empezó a recitar la enorme carta de tartas. Algo agobiado, eligiendo entre la de crema, la de chocolate, la de fresas o la de piña, tuvo una idea. - ¿Puedes traerme un trozo de cada uno? Gracias. - carraspeó la garganta. Aunque inmediatamente se sintió como un cerdo. ¿Pero qué mas daba? Ya no le salían espinillas...
Con la orden una vez en la mesa, miró al escenario. Era noche de micrófono libre y, hay que reconocer que se sintió tentado de pasar adelante y hacer su show, no quiso incomodar a nadie y prefirió darle un largo trago a su vaso de leche. Miró las tartas y sacó un poco de la de chocolate, probándola. Casi se derrite en la silla del placer. Era lo mejor que había sentido en meses. Lo mejor.
Ese momento, era demasiado relajante. Demasiado.
Entró al Sidewalk de East Village, sólo para relajarse. Era viernes noche y su habitación en el motel no sería la más adecuada para descansar. Parejitas de jovencitos con las hormonas revoloteando cual colibri electrocutado frecuentaban el motel y, sinceramente, Archer prefería mil veces una nana de sonido de fondo, el choque de las olas contra las rocas o incluso el sonido de la televisión, ante que esos constantes jadeos desesperados y exagerados.
Se sentó en una mesa, al lado de la ventana. Le gustaba ver a los transeúntes, algunos tan cansados como o él, o que al menos aparentaban estar tan cansados como él, ir y venir, relajados a causa de la hora y el deseo de volver a sus casas. Levantó la mano, llamando a la camarera, la cual se acercó y le pidió la orden.
- ¿Tienes leche? Un vaso de leche tibia ahora mismo me vendría genial... - sonrió y soltó un suspiro que en un principio quiso ser una risa. La chica tomó la orden. - Y quiero tarta. ¿De cuáles tienes? - la camarera, en ese momento, empezó a recitar la enorme carta de tartas. Algo agobiado, eligiendo entre la de crema, la de chocolate, la de fresas o la de piña, tuvo una idea. - ¿Puedes traerme un trozo de cada uno? Gracias. - carraspeó la garganta. Aunque inmediatamente se sintió como un cerdo. ¿Pero qué mas daba? Ya no le salían espinillas...
Con la orden una vez en la mesa, miró al escenario. Era noche de micrófono libre y, hay que reconocer que se sintió tentado de pasar adelante y hacer su show, no quiso incomodar a nadie y prefirió darle un largo trago a su vaso de leche. Miró las tartas y sacó un poco de la de chocolate, probándola. Casi se derrite en la silla del placer. Era lo mejor que había sentido en meses. Lo mejor.
Ese momento, era demasiado relajante. Demasiado.
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